– Cuando existe un “dolor emocional“, en forma de emociones negativas intensas como: depresión, miedo, pánico, cólera, desesperanza…
– Cuando se ve afectada una o varias áreas de tu vida: relación con pareja/familia, diversiones, trabajo, descanso, alimentación, proyectos, calidad de vida, salud…
– Cuando una persona significativa en tu vida (familiar, amigo) se ve afectada por el problema y/o apunta la necesidad de buscar una solución.
– Cuando otros especialistas (médicos, abogados…) nos aconsejan la necesidad de buscar tratamiento psicológico.
– Cuando después de seguir un tratamiento psicofarmacológico, los resultados no son todo lo satisfactorios que deseas.
– Con sólo una de estas razones puedes decidir acudir al psicólogo. El evaluará y concluirá si, efectivamente, puede ayudarte.
Si finalmente decides realizar una consulta, recuerda que nuestra ética profesional nos obliga a mantener el anonimato y el secreto profesional de todas las conversaciones que se lleven a cabo. Toda la información recibida, por tanto, se tratará respetando la total intimidad y privacidad de la persona que realiza la consulta.
Recuerda que durante la consulta con el psicólogo, cuanto mejor describas el problema que te angustia, con todas las personas y circunstancias que lo rodean y los posibles antecedentes personales o familiares, más preciso será el diagnóstico y la terapia prestada.
Ir al psicólogo para intentar solucionar un problema no significa que ya siempre debas acudir a su consulta, ni que estés “loco”, estos son dos tabúes muy implantados que carecen de fundamento serio.
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