¿Es la “fuerza del amor” una garantía de que la infidelidad no ocurra?
El mito romántico ha creado y alimentado la idea de un antídoto natural contra el germen de la infidelidad: el amor con mayúsculas. La premisa es preocupante y peligrosa: “Relájate, el afecto se encargará de alejar y mantener las tentaciones a raya”. Sin embargo, la fidelidad racional requiere de una resistencia activa: si estamos ante alguien que realmente podría gustarnos o nos gusta y no queremos ser infieles, hay que decidir conscientemente no entrar en el juego. Aunque les duela a muchos románticos y moralistas empedernidos, el amor interpersonal no posee gen “anti-infidelidad”. Y repito una vez más: cuando hablo de amor no me refiero al enamoramiento (que no suele durar mucho), sino a la conjunción de eros (deseo), philia (amistad) y ágape (cuidado con el otro).
Nadie está exento. Muchas personas podrían argumentar que los principios morales y los sentimientos de los infieles no son lo suficientemente sólidos, porque de serlo no tiene por qué ocurrir la traición. La cosa no es tan fácil.
En mi práctica profesional he visto cómo se derrumbaban los más representativos baluartes de la virtud en aras de la infidelidad.
El amor es condición necesaria, pero no suficiente para ser fiel. La fidelidad también es una decisión, un acto de la voluntad que exige atención despierta y capacidad de discriminación para mantenernos alejados de lo que teóricamente no queremos hacer. En el tema de las relaciones afectivas nadie se puede dormir sobre los laureles, ya que a nuestro alrededor anda sigilosamente un Cupido rebelde y travieso que espera el momento oportuno para flechar la parte oculta del corazón, ese lado inconsciente e incomprensible que no conocemos y pocas veces utilizamos.
Fragmento guía práctica: “Para afrontar la infidelidad de la pareja”. Walter Riso.
http://www.terapiaparejamalaga.com/ Centro de orientación, mediación familiar y terapia de pareja.